Blunderbuss: White unveiling Jack
Blunderbuss:
White unveiling Jack
Por Guillermo Zamudio: @_vice25
Por Guillermo Zamudio: @_vice25
Directo, sin complicaciones ni mayores pretensiones
que hacer música, es así como el antiguo líder de The White Stripes se presenta
a través de su primer disco solista.
Con Blunderbuss Jack White se deja llevar por sí mismo
y le entrega el protagonismo a su inspiración, a su situación sentimental y a
sus circunstancias, deja en el cajón la (para mí) triste y usual costumbre de
producir en demasía un álbum que ha establecido la industria y apuesta por lo
simple aunque no por ello a lo sencillo.
Del garaje al micrófono y de ahí a los oídos, parece
que en cualquier momento escucharás un automóvil, un avión, a su mascota o algo
parecido y eso le da un aire de complicidad, con esto no trato de decir que se
haya hecho al aventón, al contrario, esa ambientación creo que ha sido buscada intencionalmente,
escuchar los instrumentos y la voz tan vivos y naturales es algo que te acerca
al disco, digamos que se hizo cuidadosamente descuidado y el resultado me
gusta.
Esta placa olvida el uso constante de efectos en la
guitarra, resigna su protagonismo y la coloca como una digna acompañante de
violines y teclados. Un ejemplo claro:
Sólo Sixteen Saltines, segundo track, inicia
con un riff de guitarra y es también la única que ofrece una entera conexión
con ese sonido crudo tan característico de White y que a lo largo del disco se
puede encontrar sólo por pedazos.
En el DVD de los White Stripes llamado Under Blackpool
Lights el músico le pregunta al público antes de interpretar su versión de Jolene de Dolly Parton ¿Estoy en el lugar correcto pero en el
momento equivocado? Para después agregar: Así es como me siento cada día.
Esa melancolía se entiende en cada track, la
reminiscencia del pasado en las canciones se pasea por el country, el blues, el
góspel y el R&B del que esta empapado el disco al que podemos definir como
nostálgico.
No es sorpresa que, a raíz de su divorcio, el tema de
las relaciones sentimentales y el amor sean el lienzo en el que la lírica del
disco pinta melodías, este sentimiento es un terreno habitual al momento de
hacer letras y que aquí no es diferente, lo que sí es distinto es la manera de
abordarlo, las letras llevan humor, intimidad y reflexión
Love
Interruption lo deja claro, una pieza en dónde se plasma al amor
como un arma para hacerse daño a sí mismo y al ser amado, convertirse en
víctima de los propios actos.
Su costumbre de hacer honor a sus influencias no
falta en este disco, el cover a la canción I’m
Shakin’ de Little Willie John compuesta por Rudy Toombs en los 60’s tiene
una guitarra que parece gritar “me
toca Jack White” y el groove de
batería te levanta por sí sólo junto a los coros al más puro estilo góspel que
no incluye la original.
Su habilidad como multi instrumentista tampoco
desaparece al hacerse cargo de los teclados a lo largo de todo el disco y que
en Weep Themselves to Sleep tiene su
punto más alto con los gestos clásicos que saltan después de cada verso.
Cada uno de los cortes de Blunderbuss tienen cierta
personalidad, el oriundo de Detroit entrega un disco tan variado y disperso
entre cada canción que sólo toma real dimensión al momento de ponerlas juntas.
En un sentido estrictamente musical dentro del álbum
encontramos duetos vocales maravillosamente escondidos entre White y músicos
invitados e incluso con él mismo (en Sixteen Saltines), una instrumentación
variada que, con mandolinas, violines, clarinetes y órganos crean un matiz
propio para el desarrollo de su propia historia, la forma de cantar que White
ha hecho su trademark, solos de
guitarra llenos de soul y perfecta
imperfección, sin embargo, el valor verdadero de estos trece tracks va más
allá.
Conocer a un músico de este calibre más a fondo vale mucho la pena porque ahora, con esta entrega bajo el brazo, Jack White se presenta más humano que icónico, más personal que distante, más como un artista dentro de un viaje en busca de expresión y descubrimiento personal al que nos invita a ir con él y si la invitación viene de aquel que ha sido llamado la última estrella del rock es un avión al que hay que subirse.
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